España reúne todas las condiciones que pueden favorecer la circulación del virus del Nilo Occidental.
La pandemia causada por COVID-19 ha reforzado, entre otras muchas cosas, el papel preponderante que el concepto “One Health”, una “Única salud” debe tener en la sociedad actual. Un sentido amplio de salud que engloba la salud humana, animal y medioambiental, como partes de un todo que actúan como vasos comunicantes. En este sentido las zoonosis son un claro ejemplo, por ser enfermedades trasmisibles de los animales al hombre.
En este caso nos queremos centrar en una de estas enfermedades, que ha saltado de los textos científicos a los medios de comunicación, ocupando un papel protagonista en algunos de ellos. Se trata de la Fiebre del Nilo Occidental (West Nile Fever).
Quizás el virus que causa esta enfermedad no sea el más buscado del 2020, pero en este año, en el que tanto estamos escuchando sobre agentes patógenos y sus complicaciones, el West Nile Virus está logrando tener su relevancia. No es para menos. Durante el verano del 2020, se ha contabilizado el mayor brote de Fiebre del Virus del Nilo Occidental detectado hasta la fecha en Andalucía, que ya cuenta con más de medio centenar de casos en Sevilla y casi una decena en la provincia vecina de Cádiz, con seis víctimas mortales en total en la comunidad. Otras provincias limítrofes, como Extremadura, o más apartadas, como Cataluña, también se han visto afectadas. Pero este virus no es nuevo, expertos señalan que, al menos desde 2003, está circulando en Andalucía, principalmente en zonas naturales, no habitadas por el hombre, y desde 2010 se detectan brotes de forma periódica en caballos en distintas provincias andaluzas, como Cádiz, Sevilla, Málaga y Huelva.
“España reúne todas las condiciones que pueden favorecer la circulación del virus del Nilo: gran variedad de posibles reservorios; etapa en las rutas migratorias de aves procedentes de áreas endémicas; proximidad a zonas endémicas como África y Oriente Próximo; diversidad de vectores ampliamente difundidos por la geografía española; presencia del principal vector implicado en el ciclo de amplificación aviar (mosquitos del género ‘Culex’) en todo el territorio, y características ecológicas y climáticas favorables (amplias zonas y largos periodos del año con temperaturas óptimas para la supervivencia del vector, gran cantidad de humedales)” así lo advertía ya, en octubre de 2017, un informe publicado por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Que sabemos del West Nile Virus (WNV)
Se trata de un virus de la familia Flaviviridae, cuyo hábitat más común es África, Europa, el Oriente Medio, América del Norte y Asia occidental, manteniéndose en la naturaleza gracias a hospedadores intermediarios (aves y mosquitos) y pudiendo afectar al hombre, al caballo y también a otros mamíferos. En su ciclo de vida incluye la transmisión entre aves y mosquitos y puede infectar a los seres humanos, los caballos y otros mamíferos.
Los continuos brotes de la enfermedad que vienen dándose, especialmente en Andalucía, ocurren en los periodos más calurosos (julio-octubre), en los que la temperatura favorece la presencia de mosquitos y la maduración del virus en estos vectores. En los mismos, se han visto implicados tanto caballos como personas, cobrándose ya varias vidas humanas, aunque la mayoría de los infectados, concretamente el 80% son asintomáticos. En el hombre, la enfermedad cursa con alteraciones del sistema nervioso, meningoencefalitis principalmente. En caballos, el 10% de los animales infectados desarrollan afecciones nerviosas relacionadas con encefalitis, con una mortalidad en estos casos de entre el 20 y casi el 60%.
Aunque se originó en África hace muchos años, el virus se ha extendido por todo el mundo y actualmente está presente en Australia, Asia, Europa y Norteamérica. La enfermedad se diagnosticó en Estados Unidos por primera vez en 1999, y en poco tiempo el WNV se propagó rápidamente por todo el país, transformándose en una epidemia que afectó a miles de caballos, con un índice de mortalidad considerable. Más recientemente, el WNV reapareció en Europa en Italia en 2008, donde la enfermedad está actualmente considerada como endémica.
Prevención, la mejor aliada
No existe una vacuna para seres humanos, el tratamiento de los pacientes con afección neuroinvasora consiste en medidas de sostén, tales como hospitalización, administración de líquidos por vía intravenosa, apoyo respiratorio y prevención de infecciones secundarias. Nuestro cuerpo suele producir de forma natural anticuerpos específicos frente al virus de West Nile, pudiendo superar un caso leve de enfermedad.
La mejor prevención es evitar la picadura de los mosquitos, ya que se sabe que el WNV, una vez transmitido por el vector al caballo o a la persona, viaja a través del torrente circulatorio hasta llegar al cerebro y a la médula espinal, donde provoca un proceso inflamatorio.
En el caso de los équidos, además de implementar programas de control de los mosquitos, existen vacunas para prevenir la Fiebre del Nilo Occidental. La vacunación puede reducir mucho el riesgo de que los caballos sufran las consecuencias del WNV. Su eficacia se ha demostrado con gran éxito en Estados Unidos, donde el número de casos en equinos ha ido descendiendo año tras año desde el gran brote de 2002, gracias a la utilización masiva de vacunas.
Para proteger a los caballos contra el West Nile Virus el programa de vacunación debe haberse completado antes de la estación de los mosquitos (que puede variar mucho de un año a otro), para que el caballo esté perfectamente protegido cuando existe un riesgo real de ser picado. El programa vacunal aconsejado es la primovacunación a partir de los seis meses de vida, con un recuerdo al año de la primovacunación y otro más a los doce meses de este último.